Recomiendo especialmente este gran libro en español. Desde 1948, la Unión Soviética había dominado por completo las competiciones internacionales de ajedrez, y sobre todo el Campeonato del Mundo; esas victorias en el deporte de la inteligencia confirmaban, según Moscú, la superioridad del sistema soviético sobre Occidente. Pero nadie contaba con Bobby Fischer. Genio disfuncional e irrepetible, el talento innato de Fischer y su personalidad única le convirtieron en la persona ideal para enfrentarse al dominio soviético. Vivía para el ajedrez veinticuatro horas al día y había aplastado a todos sus adversarios hasta llegar a la final. Cuando su volatilidad le traicionó y le hizo perder las dos primeras partidas, Henry Kissinger entró en acción para conminarle a luchar por su país. Al otro lado del tablero, Borís Spasski, un hombre complejo, sensible, el campeón menos soviético.