El Ajedrez me enseñó, que pueden existir malas rachas, y que es normal sentirse mal, hasta el punto de algunas veces pensar en dejar todo... hasta que pasa y entonces nos damos cuenta de que ese inmenso amor, ese genuino interés, esa loca pasión intensa, verdadera, real, siempre estará ahí, en las buenas y en las malas... porque podemos cambiar de todo, pero de pasión no se cambia nunca... R. Díaz
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